martes, 14 de mayo de 2024

 


La responsabilidad social, ética y moral

Episodio 6º del podcast LA SOCIEDAD SENTADA
ya disponible en:

https://go.ivoox.com/sq/2382765




"Se levantó trabajosamente. Tenía sangre en las manos y en la ropa, y súbitamente el cuerpo agotado le dijo que estaba vieja, Vieja y asesina, pensó, pero sabía que si fuese necesario volvería a matar, 
Y cuándo es necesario matar, se preguntó a sí misma mientras se dirigía hacia el zaguán, y a sí misma se respondió, 
Cuando está muerto lo que aún está vivo. Movió la cabeza y pensó, Qué quiere decir esto, palabras, palabras, nada más. 
Seguía sola. Se acercó a la puerta que daba al exterior. Entre las rejas del portón distinguió con dificultad la silueta del centinela, Aún hay gente fuera, gente que ve. 
Un rumor de pasos detrás de ella le hizo estremecerse, 
Son ellos, pensó, y se volvió rápidamente con las tijeras dispuestas. 
Era el marido. 
Las mujeres de la sala segunda llegaron gritando por el camino lo que ocurriera en el otro lado, que una mujer había matado a puñaladas al jefe de los malvados, que hubo tiros, el médico no preguntó quién era la mujer, sólo podía ser la suya, le dijo al niño estrábico que después le contaría el resto de la historia, y ahora, cómo estaría, probablemente muerta también, 
Estoy aquí, dijo ella, y fue hacia él, lo abrazó sin reparar en que lo manchaba de sangre, o reparando, sí, era igual, hasta hoy lo habían compartido todo, 
Qué ha pasado, preguntó el médico, dicen que han matado a un hombre, 
Sí, lo he matado yo, 
Por qué, 
Alguien tenía que hacerlo, y no había nadie más, 
Y ahora, 
Ahora estamos libres, ellos saben lo que les espera si quieren servirse de nosotras otra vez, 
Va a haber lucha, guerra, 
Los ciegos están siempre en guerra, siempre lo han estado, 
Volverás a matar, 
Sí, si es preciso, de esa ceguera ya nunca me libraré, 
Y la comida, 
Vendremos nosotros a buscarla, dudo que ellos se atrevan a venir hasta aquí, por lo menos durante unos días tendrán miedo de que les pase lo mismo, que unas tijeras les atraviesen la garganta, 
No supimos resistir como deberíamos cuando vinieron con las primeras exigencias, 
Pues no, tuvimos miedo, y el miedo no siempre es buen consejero, y ahora vámonos, será conveniente, para mayor seguridad, que atravesemos camas en la puerta de la sala, camas sobre camas, como ellos hacen, y si alguno de nosotros tiene que dormir en el suelo, paciencia, antes eso que morir de hambre."



Con una colaboración muy especial, de Rosa García Diez, a quien agradezco mucho su ayuda, hemos comenzado el episodio de hoy leyendo unos párrafos de ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, una novela publicada en 1995 por el escritor portugués JOSÉ SARAMAGO, a quien se le concedió el premio Nobel de Literatura 3 años después, en 1998.

En la novela…

Una repentina epidemia ataca a las personas que habitan en una ciudad y las deja ciegas. Las autoridades deciden que para evitar los contagios tienen que poner en cuarentena a todos los afectados en cuanto perciban que han dejado de ver. Para tenerlos controlados los confinan en un antiguo psiquiátrico, de donde nadie podrá salir. Tampoco nadie podrá entrar, si no es ciego, de manera que se acordona el edificio y una guardia militar se instala a la entrada para acercar hasta las puertas la comida diaria y para evitar cualquier intento de salida, que repelerán disparando a matar.

Pocos días después, a los nuevos ciegos se añaden los ciegos de antes de epidemia, los ya existentes en la ciudad. Así les atienden a todos a la vez y no es necesario tener dos lugares para una misma cosa. Total, aunque se contagien, ellos no se van a quedar ciegos, porque ya lo están.

En esa nueva situación, los ciegos se organizan por su cuenta. Cada cual trata de buscar acomodo entre la gente que ya conoce. Por ejemplo, los ocho o diez primeros en ser confinados se mantienen cerca unos de otros en la primera de las salas que ocuparon. Sin embargo, la falta de comida, y el mal reparto que se hace de ella, la falta de medicinas, el encierro y la llegada de los ciegos de siempre, adaptados ya a vivir sin la vista, y la malicia y el abuso de algunos de ellos conducen a una situación de sálvese quien pueda. Y a partir de ese momento cualquier acción, por inmoral que parezca, está justificada. Sobrevivir, cueste lo que cueste.

He elegido esos párrafos y esa novela porque en ella se pone de manifiesto el funcionamiento de la consciencia de las personas, que es donde cada uno debatimos y enfrentamos entre sí nuestros valores morales, nuestros deseos, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Es ahí, en esos debates internos donde aparecen nuestras contradicciones, donde tratamos de acoplar creencias, pensamientos y actuaciones. Las actuaciones por lo general vienen guiadas por ideas generales que desde pequeños vamos adoptando en función del entorno donde crecemos y de los valores morales que aprendemos, que quedan grabados en nuestra memoria y que marcan una manera de entender el mundo.

A medida que vamos creciendo, valores e ideas se van consolidando, y a veces desmoronando. El ser humano es capaz de adaptarse a casi todo. De manera que del mismo modo en que puede modificar sus maneras de actuar en función del contexto en el que se mueve, también va adaptando su manera de pensar, y en definitiva sus ideas, sus valores y su moral a las nuevas situaciones por las que va pasando. De ese modo evolucionamos, y hoy dejamos de creer en lo que ayer creíamos, o al revés. Por supuesto, también hay personas que durante toda su vida apenas sufren cambios drásticos en sus ideas y convicciones. Tal vez se deba al hecho de que no han cambiado mucho sus modos y hábitos de vida, o tal vez porque nunca se han visto en una tesitura donde está en juego la propia supervivencia.

Es en el contexto de los cambios de modos de vida, y sobre todo en el de riesgo de perderla, en el que aparece con más claridad la diferencia entre moral y ética.

Si se acepta la existencia de diferentes moralidades, y si se comprende que el ser humano pueda sufrir cambios mentales o ideológicos a raíz de sus propias experiencias, se puede entender que deje de lado antiguas normas morales y abrace otras nuevas y diferentes. Lo que no tiene por qué cambiar es el sentido de su ética, porque la ética está por encima (o debería estar) de las normas, reglas y condiciones de vida en cada lugar, tiempo y circunstancias.

Llego hasta aquí para tratar de entender cómo actúa el ser humano cuando cree que lo que hace es lo que tiene que hacer, y que eso está por encima de todo. Alguien tenía que hacerlo, dice a su esposo la mujer que ha matado al líder del malvado grupo de ciegos que se ha hecho con el poder en el lugar donde están confinados por cuarentena todos los ciegos de la ciudad. 

Pero claro, una cosa es pelear y matar para sobrevivir y otra bien distinta es hacerlo por causas menores. Cuando el desequilibrio entre el motivo que la provoca y la acción que se ejecuta es patente, la ética no lo justificará. Tampoco debería hacerlo la moral, aunque los individuos se acojan a ella para tratar de ocultar los verdaderos motivos.

Pero nuestro análisis no consiste en examinar las acciones de tanta gravedad como dar muerte a otras personas. Ni siquiera pretendemos examinar esas otras acciones que constituyen de por sí un delito, aunque no lleguen ni de lejos al de asesinato. Nuestro análisis pretende centrarse en numerosas acciones malignas que con mucha más facilidad ejecutamos a diario, dirigidos por nuestros idearios morales.

Entre esas acciones encontramos una larga variedad de comportamientos sectarios promovidos por una teórica superioridad moral, que tienen la intención de promocionar una determinada ideología política. Ahí radica el comienzo de lo que podríamos definir como una estafa emocional que busca su beneficio en conseguir seguidores que apoyen y voten a favor de la ideología que propagan.

La estafa emocional tiene un beneficio ideológico muy grande. Las tareas de adoctrinamiento utilizan mucho la presión sobre los elegidos y además son muy machaconas y repetitivas. También suelen ser muy exageradas. Se dramatiza el peligro y se extrema el desastre futuro si no se le frena al oponente. Suelen empezar con un engaño inicial que genera confusión (cuanta mayor es la ignorancia más confusión), luego hacen gala de la camaradería y atraen hacia sí a los individuos fomentando una singular amistad, que de ninguna manera debe romperse. A quienes se resisten se les busca para, en apariencia, disfrutar el tiempo compartido, a la vez que se les aprieta para que no rehúsen los compromisos que conlleva la camaradería recién instaurada. 

Y una vez que éstos recogen las primeras cosechas, ellos mismos comienzan a actuar como auténticos distribuidores de grano. La militancia asegura la renovación de los distribuidores y la expansión de las cosechas. Finalmente, todo se encauza y todas las aguas siguen el mismo curso, como las de las cuencas de los ríos.

El adoctrinamiento crea una frontera mental a partir de los grandes lemas que se repiten sin cesar en los cerebros adoctrinados. Tú pasas, tú no pasas. El mecanismo del que se sirve es un patrón bipolar intransigente, que no muestra ninguna duda a la hora de clasificar los contenidos que le llegan. Tú sí, tú no. De ese modo es capaz de filtrar, de manera rutinaria y sin ninguna sombra de duda, todo cuanto le llega. El cerebro adoctrinado procede igual que un bot, aunque para ser justos, habría que concederle la prioridad, ya que el bot se ha unido después al grupo de los repetidores. Así, que rectifico. El bot es un cerebro adoctrinado. El bot es un cerebro simple. El adoctrinado también.

Volvemos al enfoque desde el punto de vista de la responsabilidad social. ¿Podemos esperar que un cerebro adoctrinado asuma su responsabilidad? No.

¿Podemos esperar que un manipulador de bots asuma su responsabilidad social? Sí.

¿Qué podemos entonces esperar de un bot? Que sea fiel.

¿Solo eso? Solo eso.

Queda claro. El cerebro humano es responsable de su comportamiento social. Si miente para conseguir un propósito por bueno que parezca y a pesar de que se escude en sus reglas morales, éticamente no ha obrado bien y su actuación es reprobable.

El cerebro adoctrinado no es responsable de su comportamiento social. Si miente, él no lo sabe. También desconoce si en sus actos hay intenciones malvadas. Su propósito es servir al país a través de las órdenes que recibe de su líder, a quien debe lealtad.

Este es el panorama. 

Seguidores de luces. Combatientes por acto reflejo o por creencias en falso. Hay muchos casos en los que los individuos son utilizados por los líderes a cambio de nada, o como mucho a cambio de hacerle creer al individuo que pertenece al grupo, que se cuenta con él.

Eso no es poco, para muchas personas ese sentimiento de pertenencia es muy importante, es un anhelo vital. El resto tiene bastante con creerse que son miembros. A quienes cuentan, lo único que les interesa es que los de atrás hagan masa, y que cuando convenga que hagan ruido.

Masa de la masa. Fidelidad unidireccional. Masa doble. Y a veces, solo para mantener una autoridad aparente que en verdad no se tiene. Es triste. Pero la ilusión se encarga de mantener el ánimo.

En el caso del activismo político se da con mucha frecuencia la entrega ciega. En la novela que ha servido para adentrarnos en esta reflexión, dice la mujer que ve: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven.”

Las redes sociales están llenas de ciegos que ven, ciegos porque no leen lo que ven.

 


No hablo de las personas que actúan bajo el influjo de la ambición, del egoísmo o de la necesidad, sino de las que actúan siguiendo simplemente unas normas morales. Y hay tantas.

El resultado de esta mezcla de modos de ver y de actuar en el mundo de hoy, es que cada día nos encontramos en situaciones en las que tenemos que tomar decisiones con respecto a terceras personas, que al igual que nosotros, actúan conforme a sus creencias y normas morales. Si cada persona actuara solamente siguiendo esa moralidad, porque pensara que su moralidad está por encima de la moralidad de los otros, no habría nunca ni entendimiento ni respeto entre nosotros.

Precisamente, es lo que quieren quienes insisten en refregarnos en la cara nuestras supuestas normas morales para que nunca olvidemos cómo hemos de actuar. La manera que ellos tienen de hacerlo es pues, mantener siempre caliente las diferencias, que no se nos olviden que los otros no son como nosotros, que no piensan igual, y que sus ideas morales son prejuicios y no valen nada, e incluso se les tacha de amorales, porque, nos justificamos, todo lo que hacen lo hacen para enriquecerse, para tenerlo todo en sus manos, para oprimir a los que no piensan como ellos… para…para.

Yo, paro. Usted puede añadir a esa lista todo lo que desee.

Ahí está el punto de inflexión del activismo político. Si los activistas, y sobre todo quienes promueven y alimentan el activismo, no ven motivos éticos que limiten y frenen hasta un cierto punto la propaganda ideológica; si el activismo y sus jefes se saltan todas las barreras éticas y empujan y obligan a los de abajo a saltárselas también, si obligan a los de abajo a mentir, a manipular datos y hechos, a estafar sentimentalmente a personas indefensas, a tratar de engañar a la ciudadanía para conseguir votos o seguidores; si actúan de esa forma tan rastrera pierden toda la razón moral en la que se apoyan, y pierden también la decencia y la honestidad. 

Quien hace eso es porque no alberga en su interior la más mínima duda, es porque cree ciegamente que está en posesión de la verdad más absoluta, y es sobre todo porque carece de ética. 

No estoy en contra del activismo político y mucho menos en contra de quien lo hace por convicción ética o moral. Al contrario, me parece que es una manera muy importante de participar y colaborar en el desarrollo de una sociedad mejor, y por lo tanto es una iniciativa que apoyo. Lo que no apoyo es que algunos activistas se escondan debajo de la falda de mamá moral para permitirse hacer trampas, engañar y estafar a quienes les leen o escuchan, y al mismo tiempo tener paz consigo mismo y no sentirse nunca responsables de sus acciones.

Lo que no apoyo es la idea de que el fin justifica los medios, y mucho menos apoyo la universalidad de esa frase. Mejor sería que cada cual decida por sí mismo si lo que hace está justificado o no por lo que logra con sus acciones, pero valorando todo, lo positivo y lo negativo, y que lo haga asumiendo personalmente las consecuencias de sus actos y no las eluda poniendo por medio excusas como que es una orden de arriba o que sus valores morales le obligan y por supuesto le protegen y eximen de sus responsabilidades como persona.


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