Contra la desinformación, la basura y el barullo informativo, conocimiento, criterio y comprobación. EPISODIO disponible en el podcast La Sociedad Sentada, enlace aquí.
Este tuit comienza dando un dato, 50.000 euros, a modo de ejemplo y como punto de partida teórico para trazar un recorrido argumentado. La cifra representa el coste empresarial de un supuesto empleado que podría ser quien lee el tuit, que es a quien directamente se dirige. Como el tuit lo leí yo, pues me di por aludido. Ahora, asi lo ha leído usted, también puede darse por aludido.
La intención que tengo es analizarlo
poco a poco, frase a frase.
Pongamos
que:
-por
tu trabajo un empresario paga 50.000 euros
(13.500
se los da al estado como cotizaciones y 36.500 a ti)
Ya ha hecho un cálculo, sin decir
cómo. ¿Nos fiamos? ¿O indagamos a ver cómo lo ha calculado?
El lector desconfiado tendría que averiguar
qué porcentaje ha utilizado el tuitero para calcular las cotizaciones a la
Seguridad Social a cargo de la empresa.
Tomando los datos que nos ha dado se
puede calcular. Y lo hago para las dos cifras que nos da, las cotizaciones a
cargo de la empresa y las cotizaciones a cargo del trabajador (que señala en el
siguiente párrafo).
Compruebo que para el cálculo de las
cotizaciones de la empresa ha utilizado un 27% y para las del trabajador un 4%.
Ahora busco en la web de la Seguridad
Social para verificar si son correctos. Veo que estos porcentajes no son fijos,
sino que varían un poco en función del tipo de régimen (general o específicos),
y también porque depende de las condiciones laborales de cada trabajo. Temas como
la peligrosidad y la seguridad, según el tipo de trabajo, y también los tramos mínimos
y máximos establecidos en cada categoría laboral de los diferentes sectores
económicos.
Pero lo más aproximado a la media (según
varias webs de asesorías consultadas, además de la propia web de la Seguridad
Social) sería el 32% para la empresa y el 6,45% para los trabajadores.
-De
esos 36.500 tú le das al estado 1.460 de cotización y 16.425 de IRPF
Parece que hay un cálculo a la baja por
parte del tuitero en esos dos porcentajes, lo que incrementa la suma que cobrará
el trabajador. Eso parece, ¿no?, le rebajan menos, cobrará más. Pero es que
esto no va exactamente de lo que cobra el trabajador, cuando lleguemos al final
lo veremos. De momento, adelanto, que si el tuitero aplicara el 32% y el 6,45% y
siguiera adelante con el resto de cálculos tal y como los ha hecho, nos
llevaría a una situación imposible, ya que con los datos que nos da él, cuando
calculamos el siguiente porcentaje que ha usado (que es el tipo de IRPF) ese
tipo subiría al 51,64%, un tipo que sobrepasaría el tipo máximo aplicable en el
IRPF en España, que es el 47%. Así que una solución para evitar eso está en
rebajar las deducciones por cotizaciones.
No obstante, vamos a ver que se ha
ajustado al límite máximo. Hacemos el cálculo con los datos que nos da el tuitero
y comprobamos que la retención de 16.425 euros proviene de aplicar un tipo del 46,88%,
como se ve muy cerca (12 centésimas) del límite máximo, pero no lo sobrepasa. Recuerdo
que el tipo máximo está en el 47% y se aplica solamente al tramo de los
ingresos que superan los 300.000 euros. Así que esa supuesta rebaja en las
cotizaciones ha sido la que permite, después, que no se haya superado el tipo
máximo.
Ya podemos ver que hay un cierto
manejo de los datos. Pero eso no es lo peor. Lo que más llama la atención es
que el tuitero ha ignorado la existencia en España de los tramos progresivos en
el IRPF, porque ha tomado ese tipo que no llega al máximo por 12 centésimas (46,88%)
y lo ha aplicado en sus cálculos al total anual percibido por el trabajador.
Así que los 16.425 euros que dice el
tuitero que van al Estado como retenciones del IRPF, se convierten en 7.707
euros, a un tipo medio del 24,3% cuando aplicamos los tipos verdaderos a cada
tramo progresivo.
Y aquí está el primer gran, gran
error de cálculo que ha cometido el tuitero. (Al trabajador, el Estado le
retendría 8.718 euros menos de lo que dice el propagador de ese tuit).
Gran error, en primer lugar, porque ha
ignorado que en España el tipo del IRPF es progresivo y se aplica por tramos.
Esto quiere decir que se aplican diferentes porcentajes desde una cifra de
ingreso hasta otras, de forma progresiva.
Y en segundo lugar porque ha tomado el
tipo máximo para todo el salario, cuando es un tipo que solo se aplica a los ingresos
procedentes del trabajo que superan los 300.000 euros anuales.
En este ejemplo lo vemos, imagine que
el trabajador es el presidente de la empresa y ha ganado 500.000 euros anuales:
TRAMOS IRPF |
desde |
hasta |
total |
tipo |
importe |
1 |
0,00 |
12.449,00 |
12.449,00 |
19% |
2.365,31 |
2 |
12.450,00 |
20.199,00 |
7.749,00 |
24% |
1.859,76 |
3 |
20.200,00 |
35.199,00 |
14.999,00 |
30% |
4.499,70 |
4 |
35.200,00 |
59.999,00 |
24.799,00 |
37% |
9.175,63 |
5 |
60.000,00 |
299.999,00 |
239.999,00 |
45% |
107.999,55 |
6 |
300.000,00 |
500.000,00 |
200.000,00 |
47% |
94.000,00 |
Sumamos las cantidades y nos da 219.899,95
euros a pagar por IRPF, lo que supone un tipo medio del 43%. ¿Imaginan lo que
habría tributado por IRPF si le aplicamos el tipo máximo a todo el salario sin
tener en cuenta los tramos?
Seguimos con el tuit. Vamos al siguiente
cálculo. Dice:
-De
los 18.615 que te quedan, consumes 15.000, de los cuales van 3.150 al estado en
concepto de IVA
-De
los 3.615 que te quedan, pagarás IBIs, etc
Leo que he consumido (soy el lector,
y me pongo en el papel del trabajador lector al que el tuitero se dirige) 15.000
euros, que incluyen 3.150 euros en concepto de IVA y se acaban de poner de
punta todos los pelos de mi cabeza. Menos mal que son muy pocos y recién
rapados.
Ahora en serio ¿Puede usted imaginar
qué tipo de IVA está aplicando el tuitero para llegar a esos 3.150 euros de IVA,
incluidos en un gasto de 15.000 euros?
En efecto, el 21%. ¿Significa eso, que
todos mis gastos anuales los hago comprando productos que no gozan de ningún
tipo de reducción? Es decir, que yo no compro alimentos básicos en todo el año.
¿No será que el tuitero desconoce que hay diferentes tipos en el IVA, reducido,
superreducido, que van desde el 0 hasta el 21, pasando por 4 y por 10?
A lo mejor él no hace las compras de
la casa. A lo mejor él no mira los gastos. No le hará falta.
Vamos a suponer que este es el
segundo gran, gran error de cálculo. ¿Nos lo creemos?
Como ven, no es muy complicado encontrar y corregir errores, pues se trata de conocer o buscar si no se saben, los datos sobre tipos y porcentajes que se aplican en las cotizaciones a la Seguridad Social y en los diferentes impuestos que pagamos, tales como el IVA, el IRPF… etc.
Pero lo más sorprendente llega en el
resumen que el tuitero nos hace por si no hemos comprendido bien la lección. Dice
así:
RESUMEN:
-Generas 50.000 (100%)
-El estado se queda con más de 34.535
(70%)
-Para ti quedan 18.615 (30%)
¿Quién de verdad te explota?
_pero a esto le ponen un nombre muy
bonito: “justicia social”
Así que después de los gruesos errores que ha cometido, simplifica y
resume, a lo grueso también, y a conveniencia que genero 50.000 euros, que el
Estado se queda con el 70% (69,07% según sus propios cálculos y sus evidentes
lagunas artificiales o reales) y que yo me quedo con el 30% (30,93%), cuando en
realidad, de haber utilizado los datos reales, tendría que decir que el Estado
se queda con el 54,80% y yo con el 45,20%.
El error de cálculo final es el producto de varios errores que han sumado
todos a favor de obra (de la suya), y concluye en una diferencia muy, pero que
muy significativa. Y muy exagerada. Que encaja muy bien en la idea que pretende
vender.
Entre 70 y 30% hay una diferencia de 40 puntos. Pero si hacemos
los cálculos bien, y eliminamos esos errores, la diferencia es mucho menor, pasamos
del 70 al 54,80% en cuanto a lo que recauda el Estado y del 30 al 45,20% en
cuanto a lo que recibe el trabajador. El lector, yo.
Corregidos los errores, la diferencia de reparto en los porcentajes pasa
de 40 puntos a 9,60 puntos. Es evidente por qué el tuitero prefiere ignorar
datos o hacer cálculos erróneos.
Hay más detalles que señalan que el mensaje está redactado con intenciones
ocultas, porque también aparecen errores de expresión.
¿Qué quiere decir con eso, que es la misma cosa el coste empresarial por
la producción que el rendimiento final de esa producción?
Si así fuera, el empresario no ganaría nada, al contrario, perdería al
tener que pagar otros costes que no tienen que ver con el trabajador.
Se supone, que el conjunto de los trabajadores de una empresa, generan
con su trabajo beneficios económicos para la empresa, incluso después de
descontar todos los costes de producción, incluidos por supuesto los costes salariales
y cotizaciones a la Seguridad Social. Es decir, que lo producido por los trabajadores
está por encima de su coste, salvo que la empresa esté dando pérdidas (pero esa
situación no se mantiene por mucho tiempo y no es el caso). Así que el tuitero
no debería utilizar en este caso el verbo “generar” porque confunde. A no ser
que, claro está, que lo que realmente quiere es confundir.
¿Le damos de nuevo la presunción de ignorante, en vez de la de embustero?
De acuerdo, vamos a creer que su expresión es incorrecta, errónea.
Leo las dos últimas frases del tuit. Son importantes porque despejan
dudas. Creo que el propio autor también las tiene. Parece que no estuviera
seguro de que sus argumentos fueran suficientemente fuertes y acaba recurriendo
a expresiones emocionales. La primera es una pregunta, lo digo porque está en
modo pregunta, con sus signos de interrogación y los acentos donde tienen que
estar. Pero en realidad parece más bien un plebiscito a domicilio. Dice en la
primera:
¿Y esto, a qué viene? ¿Qué tengo que votar en este plebiscito? ¿Me has traído hasta aquí para que elija entre los dos soportes elementales de la sociedad a la que pertenezco? Las empresas la componemos todos los que aportamos nuestras capacidades de trabajo en ellas, aunque tengan propietarios que se reparten los beneficios. Y el Estado lo componemos todos los que aquí vivimos, incluidos los que no aportan dinero a través de cotizaciones o impuestos.
Me sorprende, no porque pregunte algo tan ridículo que nada tiene que ver
con el trapicheo de cifras que ha realizado previamente, ya que mezcla y
enfrenta a la empresa con el estado sin haber ofrecido información alguna de la
relación entre ambos; me sorprende porque es una forma tan infantil de
preguntar, de tratar al lector, presionando sobre la respuesta que desea recibir,
que entiendo la pregunta como si me estuviera preguntando si quiero más a papá
o quiero más a mamá.
Así que éste era el objetivo. Culpar al Estado de nuestros escasos
salarios. Al Estado, que somos todos, queramos o no. Da risa. ¿Será que el
tuitero tiene un dilema? ¿Ser o no ser?
Pues yo creo que si quería llegar a que señalemos con él que nos explota
el Estado y no la empresa, debería haber tomado otro camino. Debería haber empezado
diciendo: le cuestas a la empresa 50.000 euros, y seguir a continuación con unas
premisas realistas que enlazaran con los demás gastos de la empresa, que incluyeran
los impuestos y obligaciones económicas de la empresa para con el Estado, y
finalmente acabaran hablando de los beneficios que obtiene la empresa tanto por
la venta de sus productos como por las ayudas indirectas (y directas) que les
concede el Estado. De ese modo, yo podría comparar mi salario con los
beneficios de la empresa y con los pagos que hago al Estado, y valorar si
procede, y averiguar si alguno de los dos me explota y, si es así, quién de ellos,
de verdad, me explota más y mejor.
Pero no creo que la intención del tuit sea la de hacer ese tipo de comparaciones
y mucho menos que pretenda que el lector del tuit lo analice con detalle,
realice los cálculos por su cuenta y tome los datos pertinentes de la
información oficial que está a disposición de la ciudadanía; que es en
definitiva lo que estoy haciendo yo, y de ese modo evito que me confundan los
errores de cálculo o la ignorancia del tuitero y posiblemente también que me
engañen sus argucias o sus errores de expresión. Pero, insisto, no creo que sea
eso lo que pretende el tuitero.
Por el tono de esa pregunta, parece que habla al lector como si se
dirigiera a un estúpido. Pudiera ser, que
lo que espera el tuitero es que quien lo lea lo repita tal cual, no tiene por
qué entender lo que dice el tuit, y mucho menos examinarlo a ver si están bien
hechas las cuentas. En esa frase a modo de pregunta se expresa como si acabara
de demostrar algo, cuando lo único que ha hecho ha sido manejar datos de forma
errónea (a propósito, o no) para aumentar considerablemente y de manera
engañosa unas diferencias entre empresa y estado, establecidas a partir de
premisas mal relacionadas y que completa finalmente con una conclusión absurda.
Y todo ello para retroceder un siglo.
O quizás no sea una pregunta, que es lo primero que pensé, y mucho menos que
fuera dirigida a mí, al lector. ¿Pero a quién si no? No sé, quizás solo vaya
dirigido a lectores que se quejan porque creen que les explota su empresa. Y no
es mi caso. Pero entonces ¿a quién pretende convencer?, ¿a los que le van a
negar lo que escriba sin fijarse en los detalles? ¿o es que solo va dirigido a
los que le responden con aplausos, vivas y corazones? Bueno, ¿por qué no? A fin
de cuentas, todos necesitamos afectos.
En cualquier caso, de lo que no tengo dudas es de que se trata de un tuit
muy, muy, chapucero.
Y queda por mencionar la segunda frase de ese resumen. La frase final, el adorno con el que cierra el tuit. El culmen.
_pero a esto le ponen un nombre muy
bonito: “justicia social”
¡Y otra vez que me deja estupefacto! Hay que ver, después de tanto esfuerzo para convencernos, el tuitero va y se empeña en poner un lacito al tuit, y se lo pone. Solo le ha faltado que fuera rojo.
Es que es… no sé cómo decirlo, es que es…
como si no se fiara de la inteligencia de los lectores, ni siquiera de la inteligencia de los que le aplauden.
Nos hemos adentrado en las redes
sociales para observar el ambiente que se percibe en ellas. No hay ninguna duda
de que los principales temas de discusión que se dirimen en ellas confluyen en
la batalla ideológica, política y social, absolutamente polarizada, que
arrastra a un número importante de defensores y detractores.
Cada publicación orientada a ese tipo
de temática conlleva informaciones de dudosa procedencia y más dudosa
intencionalidad, cuando no falsedades tan evidentes, que solo se las cree quien
no necesita leerlas. Esto lo explica muy bien “la posverdad”, ése término del
que hablamos con detalle en el episodio segundo.
Pero además de informaciones tan
elocuentes, aparecen otras cuya intencionalidad, y seguramente su veracidad no
se detecten a primera vista, quizás porque el tono tiene una apariencia más
tranquila, quizás porque parece que el estilo utilizado se aparta de la
radicalidad, quizás porque se presenta a modo de ejemplo… o quizás porque
aporta detalles y datos concretos para respaldar su exposición sabiendo y
creyendo que no todo el mundo está dispuesto a revisar datos y cálculos, y
menos si son de la misma cuerda. De ahí que la cuerda aparezca siempre, bien
sea antes, bien sea después.
Lo importante es pensar primero y actuar después. Hacerse preguntas. ¿De dónde se toman los datos? ¿Cómo se realizan los cálculos? ¿Qué resultados se ofrecen y cómo se explican?
¿Hay manipulación intencionada para
llegar a conclusiones falsas, o simplemente se trata de gruesos errores de cálculo
y de expresión?
En definitiva, ¿qué pretenden? ¿Y qué
pasa si se comprueban los datos y se demuestra que no son correctos? ¿Qué
responsabilidades debería asumir quienes publican este tipo de mensajes?
¿Ninguna? ¿Ni siquiera la de pedir disculpas por los errores cometidos? ¿Qué es
la ética? Se nos ha olvidado. En tiempos de guerra la ética desaparece.
Pedimos a ChatGPT que nos defina el
término desinformación. Y responde esto:
ChatGPT
La desinformación se refiere a la
difusión deliberada de información falsa con la intención de engañar, manipular
o influir en la opinión pública. A diferencia de la información errónea, que
puede ser el resultado de errores honestos o malentendidos, la desinformación
implica un acto intencional de engaño. Puede tomar diversas formas, como
noticias falsas, rumores, teorías de conspiración, propaganda o
falsificaciones. La desinformación puede propagarse a través de varios medios,
incluyendo las redes sociales, sitios web, medios de comunicación tradicionales
y boca a boca.
La desinformación puede tener
graves consecuencias, ya que puede socavar la confianza en las instituciones,
polarizar a la sociedad, influir en procesos políticos como elecciones y
referendos, fomentar el miedo o el odio, y en casos extremos, contribuir a
conflictos y violencia. Combatir la desinformación requiere un esfuerzo
conjunto de individuos, organizaciones, gobiernos y plataformas tecnológicas
para promover la alfabetización mediática, verificar la veracidad de la
información y desacreditar las narrativas falsas.
Es una buena explicación. Espero que haya servido a los oyentes que no conocieran este término. Sin embargo, me gusta mucho más la definición que hace de este término el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Me gusta por su sobriedad y sobre todo por su contundencia. Y no puedo pasar sin dejar aquí constancia de esa definición:
desinformación
1. f. Acción y efecto de desinformar.
Ant.: |
|
2. f. Falta de información, ignorancia.
Ant.: |
|
Por la cantidad de webs e
instituciones que están dedicando grandes esfuerzos para luchar contra la
desinformación, creo que se trata de uno de los grandes problemas actuales en
nuestra sociedad.
Las principales universidades
españolas tienen destinados recursos para tratar de contrarrestar los daños que
causa la desinformación. Se han creado numerosos observatorios. Uno de ellos
depende de la Universidad Complutense de Madrid. En su página web este
observatorio ofrece mucha información al respecto. Además de universidades, hay
otras instituciones públicas y privadas que trabajan en la misma línea. Citaré
algunas que me vienen ahora a la cabeza, Newtral, Prodigioso Volcán, Maldita.es
…
pero son muchas más. Entre todas hay cruces
de información, y juntas pelean en una batalla dura y larga...
He visto y leído libros, estudios,
observaciones, boletines, manuales y artículos…
Hay mucho material sobre el tema. Seguramente
habrá nuevos episodios en los que de alguna manera se vuelva a hablar de la
desinformación.
Parte de ese material se puede encontrar en las lecturas que recomendamos hoy.
LOS 7 HÁBITOS DE LA GENTE DESINFORMADA
Cómo
informarse y tomar decisiones en las redes sociales
Autor:
MARC ARGEMÍ
Editorial
Conecta
Compartido en algunas webs y redes sociales.
No contar con información suficiente induce a la ignorancia. Y a pesar de la tecnología que avanza a pasos agigantados, el entorno digital donde conviven webs, Facebook, Instagram, YouTube, X (twitter), WhatsApp… puede ser mal usado, bien porque hay acciones de manipulación de terceros, bien porque la propia audiencia no accede a la información fiable, sino que opta por desinformarse de manera más o menos inconsciente.
El libro trata de esto último, de las maneras atractivas y
confortables que nosotros mismos hemos construido para autodesinformarnos. El
autor describe 7 hábitos que se dan en los consumidores de información que
suelen conducir a un acto de desinformación. Señala además que no son hábitos
aislados y únicos, sino que pueden mezclarse y formar híbridos, y que solo los
separa para que puedan entenderse mejor.
El objetivo final del libro es proporcionar herramientas
prácticas para contrarrestar la desinformación.
Manual para combatir la desinformación.
Elaborado por la Fundación Telefónica. Se trata de una
infografía de 10 páginas, sencilla y fácil de leer, que resume muy bien las
formas que toma la desinformación y las maneras de combatirla.
La puede encontrar y leer en la página web de la fundación,
donde también está disponible para descargarla.
Publicaciones
de Fundación Telefónica (fundaciontelefonica.com)
EL FALSO JUEGO DE LA DESINFO
Una
amenaza firme para los sistemas democráticos
Artículo
muy ilustrativo sobre el daño que puede hacer la desinformación en las
sociedades democráticas, publicado en el Número 122 de la revista TELOS.
Autor:
Roberto Gelado
profesor, investigador y adjunto al Vicerrectorado de Internacionalización en la Universidad CEU San Pablo.