miércoles, 26 de junio de 2024

 


LA SOCIEDAD SENTADA


La renovación del CGPJ




El pasado 12 de junio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una entrevista dada en la Televisión Española, lanzó un ultimátum al Partido Popular acerca de la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

En este ultimátum ponía un plazo (final del mes de junio) al Partido Popular, para que accediera a llegar al acuerdo de la renovación. De no haber un acuerdo en ese plazo, aseguró que resolvería el asunto por la vía ejecutiva y con el apoyo legislativo del Congreso de los Diputados.

Después de esa intervención quedó claro que la manera de hacerlo sería retirando algunas de las funciones esenciales del Consejo pendiente de renovar.

 

Para el Partido Popular y sus defensores no era un ultimátum era una amenaza, y así lo hicieron saber, a la vez que aseguraban que no aceptaban amenazas de nadie.

Supongo que usted ya sabe que el Consejo General del Poder Judicial lleva 6 años sin renovarse, cuando la ley dice que se ha de renovar cada 5 años.

Supongo que también sabe que tradicionalmente es el PP el que ha retrasado hasta 3 veces esa renovación, desde que existe el Consejo de la Judicatura.

Supongo que sabe que suele hacerlo cuando la renovación coincide con mayorías parlamentarias que no le son favorables, ya que prefiere esperar un poco a ver si cambia la cosa, a ver si entre tanto llegan nuevas elecciones generales y obtienen mejor resultado.

Supongo que usted ya sabe que en esta ocasión lleva casi 11 años disfrutando de una mayoría de jueces en los tribunales superiores de justicia, en vez de los 5 años que le habrían correspondido de haber aceptado la renovación del Consejo en el año 2018, que es cuando correspondía hacerlo, de acuerdo con la ley. 

 

¿Recuerdan que en el episodio anterior peguntaba si sabían cómo se nombran los vocales de ese Consejo?

¿Y recuerdan que recomendé visitar algunas páginas webs donde sin duda encontrarían la respuesta a esa pregunta?

 

Pues bien, es hora de que hablemos de ello.

 


¿Qué es el CGPJ?


El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno de los jueces. Se compone de 20 miembros, y lo preside el vocal que sea elegido en el Pleno del Consejo tras su renovación.

 

¿Cómo se nombran los vocales que componen el Consejo General del Poder Judicial?

 

Se nombran 20 vocales, 10 se eligen en el Senado y 10 en el Congreso. De los 10 vocales elegidos en cada cámara, 6 deben ser magistrados y 4 juristas de prestigio.

Los candidatos a vocales son propuestos por los partidos o por asociaciones o grupos de jueces, pero cada vocal elegido, sea magistrado o jurista, debe ser aceptado como mínimo por esas 3/5 partes de la cámara.

Es decir, cada vocal elegido por el Congreso debe contar con una mayoría de al menos las 3/5 partes de los diputados.

Por su parte, cada vocal elegido por el Senado debe contar igualmente con la misma mayoría de las 3/5 partes de los senadores.

 

De la necesidad de lograr esta gran mayoría se puede deducir que sólo un amplio acuerdo entre los partidos mayoritarios en una y otra cámara puede garantizar la renovación.  Así que, si uno de esos partidos se niega en redondo o exige cambios inasumibles por el otro, la renovación no se produce y se alarga durante largos periodos de tiempo, causando daños a la institución, al conjunto de la judicatura y al estado.

El hecho de que la elección sea de esta manera ha derivado en una realidad en la que la política interviene con todo su poder en la conformación del órgano de gobierno de los jueces, por mucho que se pretenda tapar y por mucho que se hable de la separación de poderes.  

Además, con el tiempo, ha acabado apareciendo la división práctica del propio Consejo en dos bloques bien diferenciados, de los cuáles no cuesta mucho hacer cábalas y suponer el origen de cada uno de los bloques, cosa que se expande al conjunto de los organismos de la judicatura. A un bloque se le conoce como el bloque “conservador” y al otro como el bloque “progresista”.

 

¿Cuáles son las funciones del CGPJ?

En la Constitución están señaladas las principales funciones del CGPJ: nombramientos, ascensos, inspección y régimen disciplinario.

 

En la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) se detallan estas funciones.

Quizás la más relevante sea la del nombramiento de los altos cargos judiciales, que puede hacerse de forma discrecional por parte del Consejo.

Eligen a los magistrados del Supremo y cargos de la Audiencia Nacional, de los tribunales superiores de justicia autonómicos y de las audiencias provinciales.

 

Estos nombramientos son la principal causa por la que los partidos políticos pelean para conseguir colocar sus candidatos en el CGPJ, ya que tener mayoría en el Consejo supone tener en los altos cargos judiciales a jueces afines.

Quien quiera creer que el poder judicial es independiente del poder legislativo que lo crea. Es su problema. Pero quienes aseguran y defienden contra viento y marea que en estos momentos el poder judicial no está intervenido políticamente, y asegura que el bloque político/judicial contrario pretende utilizar a los jueces a su conveniencia, mientras que su bloque no lo hace…

 

pues quienes dicen eso, están cegados por la militancia o por la ignorancia.

 

Este asunto, visto desde el lado receptor de la comunicación, desde la sociedad sentada que mira y escucha los telediarios, no deja ninguna duda:

 

Las leyes están para cumplirlas, y los legisladores son los primeros que tienen que respetarlas.

 

Encontrar ventajas y jugar con ellas puede ser una estrategia válida en política, pero es un abuso.

 

Alargar una situación de demolición democrática durante tanto tiempo, apoyándose en la debilidad de una ley o de un conjunto de leyes y circunstancias, y luego acusar al contrario de querer hacer lo mismo, y además poner eso como un motivo para no acceder a la renovación es absurdo. No tiene justificación ninguna ni tiene cabida en personas con un mínimo de honestidad. El tiempo tendrá que dar alguna vez una respuesta contundente.  

 

Mantener un puñado de vocales, que poco a poco va  menguando (de hecho, ya ha menguado el actual Consejo, pues de los 20 nombrados en 2013 ya solo quedan 16) es una actitud despreciable. Hacerlo como si no fuera con ellos es todavía peor.

Sí va con ustedes. Sí va. Dejen de disimular, dejen de mirar para otro lado y sobre todo dejen de aprovecharse de una situación complicada, porque algo de culpa también es de ustedes, que han legislado con mayoría absoluta durante tiempo suficiente para haber cambiado algunas leyes y normas que sean eficaces para tratar este asunto. No lo han hecho, a pesar de sus promesas, cuando pudieron hacerlo, y no lo hicieron porque no quisieron, porque la situación les favorecía. Solo hablan de cambiar las leyes cuando la situación no les favorece, o sea, cuando no gobiernan con mayoría absoluta.

Incluso se ríen cuando alguien les pregunta. Se ríen porque tienen suerte, porque las circunstancias les favorecen en este caso. Se ríen porque no les importa deteriorar el sistema si con ello consiguen seguir teniendo el control del poder judicial en sus manos.  

 

Otra función del CGPJ de gran relevancia política es que el Consejo decide los anteproyectos de ley que deben ser sometidos a su dictamen. Una manera de controlar al legislativo.

En general sus funciones son muy amplias y abarcan muchos aspectos, entre ellos los aspectos propios del trabajo judicial, como pueden ser el control de las jornadas y las tareas de los jueces. Y, por supuesto, acordar los nombramientos y determinar sanciones disciplinarias.

La elección de los magistrados del Tribunal Supremo y los cargos de la Audiencia Nacional, la de los magistrados de los tribunales superiores de justicia de las autonomías, y las de los magistrados de las audiencias provinciales son competencia del CGPJ. Un Consejo, por cierto, donde la mayoría la tiene el llamado "bloque conservador" y que ha realizado en funciones más de 70 nombramientos.

 

Sabemos poco. Pero sabemos lo suficiente para preguntarnos.

 

¿Qué opinan los actuales miembros del CGPJ de todo esto?

 

¿Tiene su permanencia en el Consejo un sesgo político?

 

¿O se debe más bien a intereses particulares?

 

¿Están cómodos mientras se mantienen tantos años en funciones?

 

¿Si no les agrada la situación por qué no dimiten en bloque?

 

¿Saben que en otro momento ya se dio una situación similar y hubo una dimisión masiva de vocales que obligó a la renovación inmediata?

 

Y aún quedan muchas preguntas en el aire, y mañana pasarán al olvido, porque ayer, 26 de junio, a cuatro días de finalizar el plazo del ultimátum lanzado por el presidente del gobierno, desde Bruselas llegó la noticia de que los dos partidos mayoritarios habían llegado a un acuerdo para renovar el actual Consejo General del Poder Judicial.

 

Qué fácil resulta todo cuando hay voluntad, con o sin amenazas.

Veremos que pasará en 2029, la nueva cita.  ¿2029? ¡Qué pereza! ¿No?


viernes, 14 de junio de 2024




El derecho a votar y el esfuerzo por saber

Episodio 0008 del podcast La sociedad Sentada

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Imaginemos que estamos a principios del siglo XXII, dentro de unos 70 o 80 años, más o menos, y que ya hay algunos países en los que se permite una cierta manipulación genética para dotar a los futuros bebés de algunas características físicas determinadas, tales como el sexo, el color de su pelo o la altura. Pero, hay condiciones. Imaginemos que para que los padres puedan optar a esa posibilidad se les exige a ambos superar unas pruebas de conocimiento sobre materias como la anatomía y fisiología del cuerpo humano y también sobre las leyes que afectan a los derechos humanos y en especial a los derechos de los menores.

 

Imaginemos ahora que mañana se aprueba una ley en España que, para poder votar en cualquier convocatoria electoral, del tipo que sea (municipal, autonómica, estatal o europea), obligue al votante a superar un sencillo examen. Es decir, que antes de votar, cada persona debe realizar una prueba que demuestre con suficiencia que comprende todas las características esenciales de la votación y las condiciones y aritméticas que se usan para que finalmente los votos se transformen en escaños o en representaciones. En definitiva, una ley que, para poder votar en una convocatoria electoral, obliga a los votantes a superar un examen básico sobre los conocimientos que tienen de las leyes que rigen la convocatoria electoral y el posterior tratamiento de los votos.

 

¿Qué le parece?

 

Puestos a imaginar, si lo prefiere, imaginemos que mañana se aprueba en España una ley que permite votar desde los 12 años, o por qué no, desde los 10. Incluso podríamos imaginar que se aprueba una ley que elimina la minoría de edad como tal.

Y ya puestos, otra que elimine el examen de conducir. ¡Qué bueno! ¿no? Así todos podríamos llevar nuestros vehículos de motor por calles y carreteras sin que nadie nos pida el carné de conducir.

¿Qué le parece? ¿Bien? ¿Mal?

 

Volvemos al voto electoral.

 

Y la pregunta es,

¿si para poder votar en unas elecciones me exigieran, a mí, conocer los detalles mínimos sobre los porqués y los cómo de las elecciones en las que quiero participar, haría yo el esfuerzo de leer y aprender lo suficiente como para poder votar?

 


Saber no es tan difícil.

 

A pesar de la enorme presión política que recibimos las ciudadanas y ciudadanos en estos tiempos de ahora, muy pocas personas se interesan por conocer las leyes y normas más elementales que marcan desde la convocatoria de unas elecciones hasta la configuración de los organismos que dependen directamente de los votos obtenidos. Nos referimos, por ejemplo, a la aritmética que traduce los votos recogidos de las urnas en escaños del Congreso de los Diputados. Estamos hablando de cómo se configura el Senado o el Parlamento en España. No digamos, si además alguien pretendiera que la mayoría de los votantes conozcan detalles acerca del tipo de circunscripción que se utiliza en cada una de las convocatorias electorales o la manera en que se decide cada lista de candidatos en cada uno de los partidos políticos que se presentan. Pero incluso hay cuestiones más oscuras aún para la gran mayoría de personas que hace uso de su derecho al voto.

 

 

Ser una persona bien informada no es fácil, y menos en la confusa situación en la que nos movemos en la actualidad. Hemos hablado ya en nuestros anteriores episodios de algunas de las causas que más influyen en la información y la comunicación. También hemos hablado y seguiremos hablando de la necesidad de aprender y de adquirir los conocimientos mínimos necesarios para saber diferenciar qué tipo de información nos llega. Se trata sobre todo de distinguir la información veraz de la que no lo es.

 

-Ser una persona bien informada no es tan difícil. Solo requiere tener independencia intelectual y algo de sentido crítico (recordemos algunos términos como posverdad, desinformación, propaganda política, etc.)

No se trata de negar la propaganda ni mucho menos la ideología, se trata de saber, se trata de poder diferenciar. Por ser seguidor de un partido político determinado no hay por qué creer que todo lo que dice el líder de ese partido es verdadero. Otra cosa es que aceptemos que mienta, porque lo consideramos necesario para los intereses del partido o porque le perdonamos todo. Perdonarle es una cosa y engañarnos nosotros mismos es otra. Es de estúpidos cegarse para no incurrir en contradicciones, porque algún día abriremos los ojos y no lo soportaremos. 

El equilibrio mental es necesario para la salud. Si uno no tiene estómago para tragar sapos que no los trague. Si la fidelidad o la lealtad a determinado grupo o institución provoca contradicciones con la moral o la ética de una persona, mejor será que no sea fiel o leal a ese grupo o institución. Pero, entonces, que no les prometa fidelidad o lealtad.

 

-Ser una persona bien informada no es tan difícil. Solo se requiere tener un poco de curiosidad además de independencia intelectual y algo de sentido crítico. 

Quien lee una noticia y posee algún conocimiento sobre el tema puede sospechar que le falta veracidad si la información incluye datos que puedan parecer erróneos. En ese caso el lector solo tiene que comprobar si en efecto son erróneos esos datos.

Pero en muchos casos el lector no tiene conocimientos previos sobre el tema y mucho menos como para poder determinar si los datos son verdaderos o no. Aquí el lector tendrá que detectar de otro modo los posibles errores o intentos de engaño. La manera de expresarlo, el modo de argumentar o la intencionalidad, que siempre aparece, pueden dar una pista sobre la posible falsedad de una información. Y si aparece la duda, buscar información y consultarla. En Internet se encuentra todo. No lo olvidemos.

 

-Ser una persona bien informada no es tan difícil. Solo se requiere querer estar bien informada, dominar la pereza y no dejarlo para otro día, y tener un poco de curiosidad además de independencia intelectual y algo de sentido crítico. 

 

Finalmente se da el caso de mensajes sin sentido, sin argumentos, sin localización y sin causa que los justifique. Afirmaciones, acusaciones o insultos. Eso es todo. Mensajes que abundan en las redes sociales para embarrar. 

En este caso no es necesario verificar la falsedad, solo se requiere que el lector quiera estar bien informado. Simplemente que quiera.

Porque quien publica ese tipo de afirmaciones no informa, ataca. Atacar no es informar. Así que quien lo lee no está siendo informado. No hay color. Si alguien los lee y los cree tal cual, pues es porque quiere creérselos, porque piensa igual o porque está dispuesto a tragar todos los sapos de ese color. Así que ese alguien no necesita ser alentado para que se informe bien. Quizás necesite otro tipo de ánimo, pero no es éste.

 

Nuestro ánimo no es señalar a quienes manejan la información para adaptarla a sus intereses. No se trata de acusar a los manejadores, sino de poner en evidencia la falta de veracidad de muchas informaciones y sobre todo la necesidad de adquirir conocimientos para saber cómo detectar posibles manipulaciones interesadas. 

La intención es animar a que cualquier receptor de mensajes analice lo que le llega, antes de aceptar como buena cualquier información. Hay datos que dicen bastante y que de por sí ya ponen en cuestión el contenido del mensaje. Luego hay otros que seguramente precisan de una comprobación. No es difícil hacerlo si el mensaje facilita datos. Hoy en día casi todo se encuentra en la Internet. Saber buscar es una de las tareas más importantes del conocimiento. Las webs oficiales de las diferentes instituciones públicas y privadas son siempre la mejor garantía.

En nuestros episodios informamos de las webs que hemos utilizado para encontrar los datos verdaderos. También citamos a equipos de trabajo que pelean por despejar el panorama informativo. Insistimos mucho en la comprobación de las informaciones que recibimos y en la forma en que se nos dan esas informaciones. A veces la manipulación está en la forma de presentarlo o en las conclusiones a las que simulan llegar, saltándose indecorosamente la lógica deductiva más elemental. Incluso hay quien solo pretende repartir y extender las responsabilidades para que alcance a alguien a quien les interesa dañar.

 

No a la desinformación, no a la basura y no al ruido informativo. El conocimiento es la mejor vacuna contra la desinformación y la comprobación la mejor herramienta para desechar la basura y la manipulación informativa.

Insistiremos en la idea del conocimiento y en la necesidad de adquirir un mínimo que nos permita distinguir el grano de la paja. Un mínimo que a veces solo requiere la lectura atenta del mensaje o el simple análisis del quién dice qué, porque de ahí podemos obtener datos suficientes para entender el mensaje de un modo diferente a como el mensajero pretende que lo entendamos.

Para acompañar a la idea de adquirir conocimientos, reiteraremos la conveniencia de ejercitar la curiosidad, de profundizar un poco en el análisis de la situación que envuelve los mensajes que nos llegan. Animaremos a leer bien los mensajes, a no dejar de hacerlo porque aburre. Animaremos a superar la pereza, la eterna pereza por leer algo, cuando enterarse de cosas que no sabemos siempre es interesante. Leer es el mejor método para aprender. El mejor.

Es necesario que las personas sepan diferenciar sobre los asuntos que nos competen como ciudadanos porque intervenimos en la política, votamos, discutimos, ensalzamos a unos y degradamos a otros, y sin embargo en muchos casos no entendemos ni lo que discutimos.

 

Pongamos un ejemplo. Hay muy pocas personas en España que se interesan por conocer cómo se configura el Senado o el Congreso de los Diputados en España, a partir de los votos de los ciudadanos. Y hay menos personas aún que se interesan por saber cómo se configura el Consejo General del Poder Judicial, a pesar de que en los últimos meses se habla tanto de ello, debido a que los dos partidos mayoritarios no se ponen de acuerdo para renovarlo.

 

¿Por qué no se ponen de acuerdo? Quien se haga esa pregunta, debería empezar por saber cómo se renueva. Después quizás entendería por qué los unos quieren que se renueve ya, y por qué los otros no quieren que se renueve con la actual ley en vigor.

 

¿Y tú, estimado oyente, sabes cómo se nombra el Consejo General del Poder Judicial en España? ¿Te interesa ese tema o te da igual? ¿Qué opinas? ¿Crees que alguno de los dos partidos mayoritarios está jugando sucio? ¿O tal vez se trata de estrategias políticas válidas por parte de ambos? ¿Cuál de los dos partidos pone más pegas a la hora de aceptar un acuerdo? ¿Tienes alguna idea que ensucie a uno y libere al otro o piensas que cada uno defiende sus intereses sin importarle que se cumpla la ley?

¿Crees que la firma de un acuerdo, mañana mismo, perjudicaría a uno de los dos?  ¿A qué partido perjudicaría y a cuál beneficiaría? ¿Por qué?

¿No lo sabes con seguridad? Pero seguro que tienes una opinión. ¿En qué se fundamenta tu opinión? ¿Acaso te cae mejor un dirigente político que otro? ¿O es que crees más a un partido que a otro?

 

¿Sabes cómo se elige a los miembros del Consejo General del Poder Judicial?

 

¿Quieres que lo diga yo, aquí y ahora?

 

No, no lo diré. Pero si la curiosidad te mata, lo tienes fácil. Imagina lo que he hecho yo antes de hablar de este asunto.

 

Exactamente. He leído. Hay muchas maneras de buscarlo y muchas más de encontrarlo. Escribe en el buscador de tu navegador y lo encontrarás en nada de tiempo. Yo hice la pregunta directa: ¿Cómo se nombra en España el Consejo General del Poder Judicial?

 

Saber es fácil, cada día más fácil. Así que si no lo sabes y tienes interés o curiosidad por saberlo lo encontrarás fácilmente. Y si no tienes interés, si te da pereza leer o te da igual no saber pues pasa de este asunto. Pero en eso caso, espero que al menos no colabores en la difusión de acusaciones o creencias injustificadas.

 

FUENTES DE INFORMACIÓN


Página web del Congreso de los Diputados.

Página web del Senado.

La Constitución.

La ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ)

Página web del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)

Wikipedia

Newtral.es

Y cientos de paginas más…



 

jueves, 30 de mayo de 2024

 






La moral y la ética en la literatura

Episodio 0007 del podcast La sociedad Sentada

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Sería arduo determinar cómo penetró la idea en mi cerebro; pero, una vez concebida, me persiguió día y noche. Propósito no había ninguno. Pasión, ninguna. Tenía cariño al viejo. Nunca me había hecho daño. Jamás me había insultado. Su riqueza no me interesaba. Creo que fue su ojo lo que me perturbó. ¡Sí, eso fue! Tenía el ojo de un buitre, un ojo azul pálido, recubierto de una telilla transparente. Cada vez que posaba en mí su mirada, se me helaba la sangre; y así fue como poco a poco, de modo muy gradual, decidí quitar la vida al anciano y librarme del ojo para siempre.

Vayamos a lo central del asunto. Se me tacha de loco. Pero los locos no saben nada. A mí, por el contrario, deberíais haberme visto. Deberíais haber visto la sabiduría con la que procedí, la cautela, la previsión... ¡y el disimulo con el que acudía a trabajar!

El corazón delator, de Edgar Allan Poe


Continuamos hablando sobre el comportamiento de las personas en función de sus valores éticos y morales, y sobre la responsabilidad que recae sobre sus acciones. A través de ficciones literarias nos trasladamos a escenarios más duros en los que los personajes acaban cometiendo los mayores delitos que cabe imaginar. Es lo que sucede en el relato con el que hemos abierto el episodio de hoy. Un relato breve que lleva por título El corazón delator, y que está escrito por el gran Edgar Allan Poe, autor también de El gato negro, otro cuento clásico tan desconcertante como el que acabo de citar, y de muchos otros relatos que tienen en común adentrarse en los corazones y en las mentes de personas que mantienen dilemas internos a causa de su acciones y comportamientos. 

No obstante, abandonamos por unos minutos la ficción literaria, que nos permite exagerar en cuanto a los dilemas éticos de los personajes, para situarnos en las mentes de quienes se dedican a propagar bulos, mentiras para hacer daño a los contrarios, sin importarles que finalmente será la sociedad, y todos los que la componemos, la que reciba el daño mayor.

Por eso hay una parte de la sociedad que trata de contener esa avalancha de ruido y fango. Para la mayoría de las instituciones, empresas y personas que pelean contra la desinformación, la estructura abierta y la permisividad de las redes sociales han complicado mucho el panorama de la información. La libertad de expresión es un gran avance que no puede ser revocado, pero al mismo tiempo es un gran reto para quienes pretenden que la información sea veraz y responsable. Y para ello aprietan a los propietarios de las redes para que establezcan los controles necesarios para detectar posibles delitos o faltas cometidas por quienes aportan información falsa con el ánimo de engañar y obtener beneficios a cambio. Ardua tarea, pues en estos casos no se trata de actividades delictivas basadas en la obtención de rendimientos dinerarios o económicos, sino en la de propagar bulos, datos falsos y mentiras que dañan la imagen pública del adversario. Estamos hablando de posibles casos de maledicencia, calumnia o difamación. Y eso no es ético, eso no debe hacerse. Desinformar a propósito para ensuciar al contrario no beneficia a la sociedad, porque ensucia a todos. La fidelidad no puede suplantar a la honestidad. No hay ética ni moral que sustente eso, aunque haya personas que retuercen las palabras y sus significados para lograr un fin que justifique los medios. 


Pero para muchos políticos lo importante es acusar al otro. No importa de qué. Tienen detrás una legión que lo va a repetir sin cuestionarse la verdad, a pesar de que se haya visto en directo a través de la televisión o se haya mantenido en un hilo candente en las redes sociales, y por lo tanto todo el mundo ha podido ver y oír lo que dice o escribe cada persona.

Parece que no importa nada. Los que les tienen que creer les creen, sin necesidad de conocer los datos reales. Los que siguen la cuerda no necesitan saber. A la masa le basta con aplaudir y jalear, y a la minoría dirigente con disimular, como si nadie hubiera contestado sus argumentos ni demostrado nada en contra de sus afirmaciones o acusaciones.

Maquiavelo escribió sobre esto hace varios siglos. El texto de El Príncipe se refería a los gobernantes de entonces. Creíamos que ese periodo de la historia, sobre todo en lo político, estaba más que superado por las democracias, pero curiosamente no lo está. Sigue habiendo muchos príncipes y demasiados personajes maquiavélicos.

Estamos viviendo una época muy sombría, de pocas luces, que recuerda tiempos de siglos pasados. Parece que hemos vuelto atrás. Se valora más la apariencia que el conocimiento. Damos credibilidad a lo que deseamos y se la quitamos a lo que vemos. El exceso de información ha rebajado la importancia del conocimiento. El oscurantismo, la radicalidad, la negación y la polarización están por encima de todo. Y yo me pregunto, ¿a quién beneficia todo esto?


Volvemos a la literatura. En esta ocasión, para aportar diferentes visiones sobre la responsabilidad social, la ética, la moralidad, la honestidad, la lealtad y la fidelidad, he elegido un pequeño grupo de novelas y relatos que de una u otra manera plantean el dilema.

La literatura ofrece una gran muestra de ejemplos donde analizar estas situaciones. Elijo los autores y textos por mi propio gusto, pero hay muchísimas novelas y cuentos en los cuales el dilema moral es un punto de confluencia. Hay muchos más. Espero que mis elegidos sirvan como ejemplo y también que se animen a leerlos si no lo han hecho ya.

               


                              

El hombre solo

Bernardo Atxaga

          

Un terrorista, fugado de la justicia, vive día y noche oculto en un lugar apartado donde apenas se acerca nadie. Su día a día está lleno de miedos y temores. Cualquier sonido le hace estremecerse. Sabe que lo buscan. Sin embargo, tiene momentos muy cortos, de cierta paz, cuando se sumerge en la profundidad de una charca próxima al lugar donde se esconde. Ahí, en esa situación, Carlos, el principal y casi único personaje de la novela, deja de escuchar hasta su propia voz, porque el ruido del agua que se cuela por la grieta del fondo apaga los demás sonidos.

Sólo así logra apagar la voz que martillea su cabeza sin cesar, recordándole los terribles sucesos y alejándolos del olvido.

La novela está dotada de un perfecto ritmo, que crece en intensidad al mismo tiempo que el desarrollo de los acontecimientos, y también de un admirable estilo, salpicado de pausas que nos invitan, continuamente, al respiro y a la reflexión.

 “El hombre solo”, es un relato que mantiene en todo momento un alto interés.   La historia se desenvuelve en el contexto del verano del 82 en la Barcelona mundialista. Boniek, Sócrates, Maradona y demás futbolistas sirven como telón de fondo para el análisis de cuestiones políticas y sociales muy próximas a todos nosotros, y que son examinadas con la agilidad y la frescura propias del autor.

La tensión narrativa del texto de Atxaga nos arrastra hasta implicarnos en los vaivenes mentales de esas personas para las que el peligro es algo cotidiano y que por lo mismo añoran una vida normal. Y es ahí, en el interior del cerebro de Carlos. donde el autor realiza el ahondamiento de mayor calado.

En esa cabeza se dan cita, se mezclan y se confunden múltiples personajes. El meticuloso ex-comandante de zona, que sigue siendo fiel a las enseñanzas de su maestro, el activista educado en la convicción de su ideario, el héroe, la rata, el asesino, el villano. Creencias, temores, deseos, proyectos, sueños, miedo. Me quedo con la desesperanza.

Carlos es un hombre agarrado al presente porque es lo único que tiene; porque quiere olvidar su pasado, y porque carece de futuro, y, como el héroe de la tragedia griega, avanza guiado tan sólo por los augurios cargando sobre sus espaldas, solo, tremendamente solo, el terrible peso de la responsabilidad.

Y, sin embargo, el presente no le pertenece, porque el torrente de los acontecimientos le arrastra sin que pueda hacer nada por evitarlo. Es el destino. Y es la utopía en forma de vieja luchadora. Y los textos de Rosa Luxemburgo, que mitigan la traición y que presagian la tragedia final: "Némesis, lo mismo entre nosotros que en cualquier otro lugar, no hiere al más culpable, ni siquiera al más peligroso, hiere al más débil".

Una historia de espera, de impaciencia, de angustia. El lento pasar de los días, las horas, los minutos.

Y finalmente, cuando acaba la cuenta atrás: la señal; y entonces, el ritmo se hace trepidante; y el aluvión, inexorable, que arrastra a su paso y se lleva con él a los menos enraizados, a los más débiles, y tal vez, entonces, se cumplan los presagios.





Ensayo sobre la ceguera
José Saramago

Por supuesto, es un libro que recomiendo leer. Ya lo he resumido en el episodio anterior, así que ahora solo quiero añadir algunos comentarios propios.  

Se trata de una novela inquietante que nos hace reflexionar sobre la humanidad, sobre nuestras actitudes y nuestros actos, sobre nuestros valores éticos y morales. Una novela de mucho calado, muy propia del autor, el Saramago observador y crítico, el Saramago que profundiza en nuestras conciencias para que no caigamos en la autocomplacencia, el Saramago de “El año de la muerte de Ricardo Reis” el de “El evangelio según Jesucristo”, o el de “La caverna”, por citar solo algunas de sus obras más contundentes.

“Ensayo sobre la ceguera” se sitúa, como ya he comentado al comienzo, en una ciudad donde de repente aparece una epidemia que deja ciegas a las personas. Ciegos de ahora y de antes son encerrados y sometidos a una dolorosa cuarentena, donde sobrevivir se convierte en la única preocupación. El abandono por parte del estado, los abusos de los más fuertes y la desidia y crueldad de los guardias ponen en evidencia a la ética y a las normas morales, que acaban siendo sustituidas por el instinto animal más primario. 



 

Por último, voy a citar cinco novelas, todas ellas protagonizadas por un personaje muy reconocible en el ámbito de la literatura. Se trata de Tom Ripley, personaje creado por la escritora norteamericana Patricia Highsmith.


El talento de Mr. Ripley”, publicada en 1955, es la primera novela de la serie.

 

Tom Ripley es un joven norteamericano que malvive trampeando hasta que un día se le presenta una oportunidad para cambiar su vida y la aprovecha.

A partir de ahí, se convierte en un hombre con encanto, a pesar de que le sobreviene con frecuencia la duda y le posee una cierta ambigüedad. Y se hace un hombre refinado, elegante, ingenioso y soñador, aunque le gobierna un interior caótico que se deja arrastrar por el lujo, el dinero y la diversión.

En cambio, mantiene la moral, y el sentido de la empatía y de la ética de cuando trampeaba en su país natal. Así que, por encima de sus virtudes, son sus vicios quienes le arrastran.

Así que un día necesita matar, y mata, solo para mantenerse en el falso estatus que ha alcanzado gracias a fingir y a haber suplantado la personalidad de la víctima.

Y de ese modo el héroe se convierte también en asesino, aunque a los ojos del lector mantiene la apariencia de una persona débil. Lo justo para que lo veamos como un ser desamparado y, aunque sea por pena, mostremos alguna comprensión y acabemos por culpar a la víctima.

Pero a la vez, la autora también nos presenta a Tom como un hombre sin principios, que aparenta justo todo lo contrario para obtener beneficios, y nos mete de lleno en el dilema moral. El mismo dilema que se dirime en la mente del personaje. Allí donde podríamos averiguar si el personaje es consciente de que actúa de un modo maligno y falto de toda ética y moralidad; o es un mentiroso patológico, cegado por el complejo de inferioridad que padece y motivado por la envidia, que es la que provoca la ira que gobierna sus impulsos. 


Esa fue la primera aparición de Ripley. Después fueron apareciendo las cuatro novelas restantes:

La máscara de Ripley / Ripley bajo tierra (1970)

El juego de Ripley / El amigo americano (1974)

Tras los pasos de Ripley / El muchacho que siguió a Ripley (1980)

Ripley en peligro (1991)


martes, 14 de mayo de 2024

 


La responsabilidad social, ética y moral

Episodio 6º del podcast LA SOCIEDAD SENTADA
ya disponible en:

https://go.ivoox.com/sq/2382765




"Se levantó trabajosamente. Tenía sangre en las manos y en la ropa, y súbitamente el cuerpo agotado le dijo que estaba vieja, Vieja y asesina, pensó, pero sabía que si fuese necesario volvería a matar, 
Y cuándo es necesario matar, se preguntó a sí misma mientras se dirigía hacia el zaguán, y a sí misma se respondió, 
Cuando está muerto lo que aún está vivo. Movió la cabeza y pensó, Qué quiere decir esto, palabras, palabras, nada más. 
Seguía sola. Se acercó a la puerta que daba al exterior. Entre las rejas del portón distinguió con dificultad la silueta del centinela, Aún hay gente fuera, gente que ve. 
Un rumor de pasos detrás de ella le hizo estremecerse, 
Son ellos, pensó, y se volvió rápidamente con las tijeras dispuestas. 
Era el marido. 
Las mujeres de la sala segunda llegaron gritando por el camino lo que ocurriera en el otro lado, que una mujer había matado a puñaladas al jefe de los malvados, que hubo tiros, el médico no preguntó quién era la mujer, sólo podía ser la suya, le dijo al niño estrábico que después le contaría el resto de la historia, y ahora, cómo estaría, probablemente muerta también, 
Estoy aquí, dijo ella, y fue hacia él, lo abrazó sin reparar en que lo manchaba de sangre, o reparando, sí, era igual, hasta hoy lo habían compartido todo, 
Qué ha pasado, preguntó el médico, dicen que han matado a un hombre, 
Sí, lo he matado yo, 
Por qué, 
Alguien tenía que hacerlo, y no había nadie más, 
Y ahora, 
Ahora estamos libres, ellos saben lo que les espera si quieren servirse de nosotras otra vez, 
Va a haber lucha, guerra, 
Los ciegos están siempre en guerra, siempre lo han estado, 
Volverás a matar, 
Sí, si es preciso, de esa ceguera ya nunca me libraré, 
Y la comida, 
Vendremos nosotros a buscarla, dudo que ellos se atrevan a venir hasta aquí, por lo menos durante unos días tendrán miedo de que les pase lo mismo, que unas tijeras les atraviesen la garganta, 
No supimos resistir como deberíamos cuando vinieron con las primeras exigencias, 
Pues no, tuvimos miedo, y el miedo no siempre es buen consejero, y ahora vámonos, será conveniente, para mayor seguridad, que atravesemos camas en la puerta de la sala, camas sobre camas, como ellos hacen, y si alguno de nosotros tiene que dormir en el suelo, paciencia, antes eso que morir de hambre."



Con una colaboración muy especial, de Rosa García Diez, a quien agradezco mucho su ayuda, hemos comenzado el episodio de hoy leyendo unos párrafos de ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, una novela publicada en 1995 por el escritor portugués JOSÉ SARAMAGO, a quien se le concedió el premio Nobel de Literatura 3 años después, en 1998.

En la novela…

Una repentina epidemia ataca a las personas que habitan en una ciudad y las deja ciegas. Las autoridades deciden que para evitar los contagios tienen que poner en cuarentena a todos los afectados en cuanto perciban que han dejado de ver. Para tenerlos controlados los confinan en un antiguo psiquiátrico, de donde nadie podrá salir. Tampoco nadie podrá entrar, si no es ciego, de manera que se acordona el edificio y una guardia militar se instala a la entrada para acercar hasta las puertas la comida diaria y para evitar cualquier intento de salida, que repelerán disparando a matar.

Pocos días después, a los nuevos ciegos se añaden los ciegos de antes de epidemia, los ya existentes en la ciudad. Así les atienden a todos a la vez y no es necesario tener dos lugares para una misma cosa. Total, aunque se contagien, ellos no se van a quedar ciegos, porque ya lo están.

En esa nueva situación, los ciegos se organizan por su cuenta. Cada cual trata de buscar acomodo entre la gente que ya conoce. Por ejemplo, los ocho o diez primeros en ser confinados se mantienen cerca unos de otros en la primera de las salas que ocuparon. Sin embargo, la falta de comida, y el mal reparto que se hace de ella, la falta de medicinas, el encierro y la llegada de los ciegos de siempre, adaptados ya a vivir sin la vista, y la malicia y el abuso de algunos de ellos conducen a una situación de sálvese quien pueda. Y a partir de ese momento cualquier acción, por inmoral que parezca, está justificada. Sobrevivir, cueste lo que cueste.

He elegido esos párrafos y esa novela porque en ella se pone de manifiesto el funcionamiento de la consciencia de las personas, que es donde cada uno debatimos y enfrentamos entre sí nuestros valores morales, nuestros deseos, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Es ahí, en esos debates internos donde aparecen nuestras contradicciones, donde tratamos de acoplar creencias, pensamientos y actuaciones. Las actuaciones por lo general vienen guiadas por ideas generales que desde pequeños vamos adoptando en función del entorno donde crecemos y de los valores morales que aprendemos, que quedan grabados en nuestra memoria y que marcan una manera de entender el mundo.

A medida que vamos creciendo, valores e ideas se van consolidando, y a veces desmoronando. El ser humano es capaz de adaptarse a casi todo. De manera que del mismo modo en que puede modificar sus maneras de actuar en función del contexto en el que se mueve, también va adaptando su manera de pensar, y en definitiva sus ideas, sus valores y su moral a las nuevas situaciones por las que va pasando. De ese modo evolucionamos, y hoy dejamos de creer en lo que ayer creíamos, o al revés. Por supuesto, también hay personas que durante toda su vida apenas sufren cambios drásticos en sus ideas y convicciones. Tal vez se deba al hecho de que no han cambiado mucho sus modos y hábitos de vida, o tal vez porque nunca se han visto en una tesitura donde está en juego la propia supervivencia.

Es en el contexto de los cambios de modos de vida, y sobre todo en el de riesgo de perderla, en el que aparece con más claridad la diferencia entre moral y ética.

Si se acepta la existencia de diferentes moralidades, y si se comprende que el ser humano pueda sufrir cambios mentales o ideológicos a raíz de sus propias experiencias, se puede entender que deje de lado antiguas normas morales y abrace otras nuevas y diferentes. Lo que no tiene por qué cambiar es el sentido de su ética, porque la ética está por encima (o debería estar) de las normas, reglas y condiciones de vida en cada lugar, tiempo y circunstancias.

Llego hasta aquí para tratar de entender cómo actúa el ser humano cuando cree que lo que hace es lo que tiene que hacer, y que eso está por encima de todo. Alguien tenía que hacerlo, dice a su esposo la mujer que ha matado al líder del malvado grupo de ciegos que se ha hecho con el poder en el lugar donde están confinados por cuarentena todos los ciegos de la ciudad. 

Pero claro, una cosa es pelear y matar para sobrevivir y otra bien distinta es hacerlo por causas menores. Cuando el desequilibrio entre el motivo que la provoca y la acción que se ejecuta es patente, la ética no lo justificará. Tampoco debería hacerlo la moral, aunque los individuos se acojan a ella para tratar de ocultar los verdaderos motivos.

Pero nuestro análisis no consiste en examinar las acciones de tanta gravedad como dar muerte a otras personas. Ni siquiera pretendemos examinar esas otras acciones que constituyen de por sí un delito, aunque no lleguen ni de lejos al de asesinato. Nuestro análisis pretende centrarse en numerosas acciones malignas que con mucha más facilidad ejecutamos a diario, dirigidos por nuestros idearios morales.

Entre esas acciones encontramos una larga variedad de comportamientos sectarios promovidos por una teórica superioridad moral, que tienen la intención de promocionar una determinada ideología política. Ahí radica el comienzo de lo que podríamos definir como una estafa emocional que busca su beneficio en conseguir seguidores que apoyen y voten a favor de la ideología que propagan.

La estafa emocional tiene un beneficio ideológico muy grande. Las tareas de adoctrinamiento utilizan mucho la presión sobre los elegidos y además son muy machaconas y repetitivas. También suelen ser muy exageradas. Se dramatiza el peligro y se extrema el desastre futuro si no se le frena al oponente. Suelen empezar con un engaño inicial que genera confusión (cuanta mayor es la ignorancia más confusión), luego hacen gala de la camaradería y atraen hacia sí a los individuos fomentando una singular amistad, que de ninguna manera debe romperse. A quienes se resisten se les busca para, en apariencia, disfrutar el tiempo compartido, a la vez que se les aprieta para que no rehúsen los compromisos que conlleva la camaradería recién instaurada. 

Y una vez que éstos recogen las primeras cosechas, ellos mismos comienzan a actuar como auténticos distribuidores de grano. La militancia asegura la renovación de los distribuidores y la expansión de las cosechas. Finalmente, todo se encauza y todas las aguas siguen el mismo curso, como las de las cuencas de los ríos.

El adoctrinamiento crea una frontera mental a partir de los grandes lemas que se repiten sin cesar en los cerebros adoctrinados. Tú pasas, tú no pasas. El mecanismo del que se sirve es un patrón bipolar intransigente, que no muestra ninguna duda a la hora de clasificar los contenidos que le llegan. Tú sí, tú no. De ese modo es capaz de filtrar, de manera rutinaria y sin ninguna sombra de duda, todo cuanto le llega. El cerebro adoctrinado procede igual que un bot, aunque para ser justos, habría que concederle la prioridad, ya que el bot se ha unido después al grupo de los repetidores. Así, que rectifico. El bot es un cerebro adoctrinado. El bot es un cerebro simple. El adoctrinado también.

Volvemos al enfoque desde el punto de vista de la responsabilidad social. ¿Podemos esperar que un cerebro adoctrinado asuma su responsabilidad? No.

¿Podemos esperar que un manipulador de bots asuma su responsabilidad social? Sí.

¿Qué podemos entonces esperar de un bot? Que sea fiel.

¿Solo eso? Solo eso.

Queda claro. El cerebro humano es responsable de su comportamiento social. Si miente para conseguir un propósito por bueno que parezca y a pesar de que se escude en sus reglas morales, éticamente no ha obrado bien y su actuación es reprobable.

El cerebro adoctrinado no es responsable de su comportamiento social. Si miente, él no lo sabe. También desconoce si en sus actos hay intenciones malvadas. Su propósito es servir al país a través de las órdenes que recibe de su líder, a quien debe lealtad.

Este es el panorama. 

Seguidores de luces. Combatientes por acto reflejo o por creencias en falso. Hay muchos casos en los que los individuos son utilizados por los líderes a cambio de nada, o como mucho a cambio de hacerle creer al individuo que pertenece al grupo, que se cuenta con él.

Eso no es poco, para muchas personas ese sentimiento de pertenencia es muy importante, es un anhelo vital. El resto tiene bastante con creerse que son miembros. A quienes cuentan, lo único que les interesa es que los de atrás hagan masa, y que cuando convenga que hagan ruido.

Masa de la masa. Fidelidad unidireccional. Masa doble. Y a veces, solo para mantener una autoridad aparente que en verdad no se tiene. Es triste. Pero la ilusión se encarga de mantener el ánimo.

En el caso del activismo político se da con mucha frecuencia la entrega ciega. En la novela que ha servido para adentrarnos en esta reflexión, dice la mujer que ve: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven.”

Las redes sociales están llenas de ciegos que ven, ciegos porque no leen lo que ven.

 


No hablo de las personas que actúan bajo el influjo de la ambición, del egoísmo o de la necesidad, sino de las que actúan siguiendo simplemente unas normas morales. Y hay tantas.

El resultado de esta mezcla de modos de ver y de actuar en el mundo de hoy, es que cada día nos encontramos en situaciones en las que tenemos que tomar decisiones con respecto a terceras personas, que al igual que nosotros, actúan conforme a sus creencias y normas morales. Si cada persona actuara solamente siguiendo esa moralidad, porque pensara que su moralidad está por encima de la moralidad de los otros, no habría nunca ni entendimiento ni respeto entre nosotros.

Precisamente, es lo que quieren quienes insisten en refregarnos en la cara nuestras supuestas normas morales para que nunca olvidemos cómo hemos de actuar. La manera que ellos tienen de hacerlo es pues, mantener siempre caliente las diferencias, que no se nos olviden que los otros no son como nosotros, que no piensan igual, y que sus ideas morales son prejuicios y no valen nada, e incluso se les tacha de amorales, porque, nos justificamos, todo lo que hacen lo hacen para enriquecerse, para tenerlo todo en sus manos, para oprimir a los que no piensan como ellos… para…para.

Yo, paro. Usted puede añadir a esa lista todo lo que desee.

Ahí está el punto de inflexión del activismo político. Si los activistas, y sobre todo quienes promueven y alimentan el activismo, no ven motivos éticos que limiten y frenen hasta un cierto punto la propaganda ideológica; si el activismo y sus jefes se saltan todas las barreras éticas y empujan y obligan a los de abajo a saltárselas también, si obligan a los de abajo a mentir, a manipular datos y hechos, a estafar sentimentalmente a personas indefensas, a tratar de engañar a la ciudadanía para conseguir votos o seguidores; si actúan de esa forma tan rastrera pierden toda la razón moral en la que se apoyan, y pierden también la decencia y la honestidad. 

Quien hace eso es porque no alberga en su interior la más mínima duda, es porque cree ciegamente que está en posesión de la verdad más absoluta, y es sobre todo porque carece de ética. 

No estoy en contra del activismo político y mucho menos en contra de quien lo hace por convicción ética o moral. Al contrario, me parece que es una manera muy importante de participar y colaborar en el desarrollo de una sociedad mejor, y por lo tanto es una iniciativa que apoyo. Lo que no apoyo es que algunos activistas se escondan debajo de la falda de mamá moral para permitirse hacer trampas, engañar y estafar a quienes les leen o escuchan, y al mismo tiempo tener paz consigo mismo y no sentirse nunca responsables de sus acciones.

Lo que no apoyo es la idea de que el fin justifica los medios, y mucho menos apoyo la universalidad de esa frase. Mejor sería que cada cual decida por sí mismo si lo que hace está justificado o no por lo que logra con sus acciones, pero valorando todo, lo positivo y lo negativo, y que lo haga asumiendo personalmente las consecuencias de sus actos y no las eluda poniendo por medio excusas como que es una orden de arriba o que sus valores morales le obligan y por supuesto le protegen y eximen de sus responsabilidades como persona.


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